Son muchas las
industrias y fábricas que han ido desapareciendo en Ceuta a lo largo de las
últimas décadas. Todas forman parte de un pasado, que difiere mucho del presente, en el que
el sector industrial es prácticamente inexistente. Algunas de esas antiguas
empresas han quedado en el olvido, pero otras permanecen en la memoria de
muchos ceutíes que han ido transmitiendo su existencia. Es el caso de la
antigua ballenera, inaugurada el 24 de junio de 1947. Estuvo ubicada en
Beliones (Belyounech), cuando -lo que hoy es una localidad marroquí- pertenecía
a España, antes de la independencia del país vecino en el año 1956. Aunque
abandonado, aún hoy se conserva el edificio que durante apenas ocho años
albergó aquella antigua ballenera. Su implantación fue
llevada a cabo por la empresa Industrial Marítima S.A.
Instalaciones
Según publicaba en sus
páginas ‘El Faro de Ceuta’, las instalaciones de la antigua ballenera estaban
compuestas por una gran nave, dividida en tres salas. En la primera se
encontraba la maquinaria. Junto a ella, una segunda dependencia que albergaba las calderas de vapor y
el grupo que distribuía electricidad a toda la factoría. La tercera de las
salas, la de mayor dimensión, era la destinada para el tratamiento de las
ballenas capturadas. Entre la maquinaria, la factoría contaba con un total de
diez autoclaves donde se introducía la carne. Ocho se utilizaban para estas
funciones, y dos para el tratamiento de la osamenta. El coste de esta
maquinaria superaba los dos millones y medio de las antiguas pesetas. También
en esta sala estaban ubicadas dos grandes máquinas, de 18 toneladas y media
cada una, en las que se introducía el tocino de las ballenas; extrayéndose el
aceite para un posterior uso industrial. En apenas dos horas y media se podían
sacar hasta seis toneladas. Junto a esta maquinaria se encontraban el
secadero, varios depósitos donde se vertía el aceite extraído; y un gran horno,
en el que se introducían todos los residuos del cetáceo para ser transformados
en abono. Bajo el suelo de la segunda sala, existía un gran depósito de agua.
Fuera de las instalaciones, en la parte posterior de la factoría había
–permanece todavía- una rampa con una longitud de cuarenta metros de largo
(quince de ellos se introducen en el mar) y diez de ancho. La rampa fue
construida sobre las rocas, reforzada con cemento recubierta
con tablones. Un chalet donde se ubicaban las oficinas; y un pabellón destinado
a los trabajadores con dormitorios, duchas, servicios, cocina y comedores;
completaban las instalaciones construidas por Industrial Marítima S.A. Las
obras se prolongaron algo más de nueve meses.
La implantación de la
ballenera supuso una fuente de ingresos para muchos ceutíes y también
marroquíes residentes en la zona de Beliones. Según la prensa de la época, se
contrataron a unas doscientas personas, entre las que se encontraban
trabajadores noruegos con gran experiencia en la caza y tratamiento de
ballenas. El Consejo de Administración de Industrial Marítima S.A. estaba
presidido por el marqués de Casa Pizarro. Enrique
Mora de Codecido era el consejero-delegado, mientras que José Ignacio Moreno
de Aizpurúa ejercía como director administrativo. La ballenera disponía
inicialmente de un buque: el ‘Alcatraz’, que posteriormente fue renombrado como
Benzú. Esta embarcación, con un peso de 500 toneladas, contaba en su cubierta
con varios cañones, los cuales disparaban arpones compuestos por cuatro ganchos
articulados que se activaban de forma giratoria cuando impactaba con el
cetáceo. Esta acción, que hacia explosionar la carga de explosivos que portaba
la punta del arpón, provocaban la muerte de la ballena. Posteriormente,
Industrial Marítima S.A incorporó a su flota el buque ‘Hval IV’.
Inauguración
Con la presencia de las
principales autoridades militares y civiles tanto del Protectorado Español en
Marruecos como de Ceuta, el 24 de
junio de 1947 tenía lugar la inauguración de la ballenera. Tras realizar un
minucioso recorrido por las instalaciones de la factoría, la esposa del
presidente del Consejo de Administración de Industrial Marítima S.A, rompía
contra una de las paredes de la rampa una botella de champagne.
Posteriormente el marqués de Casa Pizarro tomaba la palabra destacando –según
publicaba ‘El Faro de Ceuta’- que “España no va a ser de los últimos países que
establecen esta clase de industria”, resaltando que “solamente Inglaterra,
Holanda, Rusia, Japón y Alemania se han ocupado de implantar una factoría de ballenas”.
Primera captura
El 10 de diciembre de
1947, casi seis meses después de su apertura, se cazaba el primer cetáceo. El
ballenero ‘Hvual VI’, capitaneado por el noruego Hjlmar Paulsen partía en la
madrugada del 8 de diciembre. Apenas un día más tarde daba aviso a la factoría
de que había sido cazada una ballena, poniendo rumbo a Benzú. Pasada las nueve
y cuarto de la mañana, tal y como relataba ‘El Faro de Ceuta’ en sus páginas
(11 de diciembre de 1947), el ‘Hval IV’ arribaba a la factoría remolcando al
cetáceo. Tres pequeñas embarcaciones salieron al encuentro del buque noruego
para facilitar la labor de acercamiento a la rampa. La ballena pesaba 55.000
kilos y medía 16,7
metros de largo y 2,1 de alto. Una vez subida a la
rampa, se procedió al despiece del animal, para su posterior tratamiento en la
factoría.
La prensa de la época
recogía el testimonio de Hjlmar Paulsen, quien ofrecía detalles sobre la
operación llevada a cabo horas antes: “La ballena que acabamos de dejar aquí,
la vimos el día nueve, a cuarenta millas al Oeste del Cabo de Santa María. A
los quince minutos de perseguirla –proseguía- le lanzamos el arpón y a los diez
minutos la ballena era arrimada al costado del barco, ya dispuesta para su
amarre, y fue traída a la factoría”. Minutos después, el capitán noruego
regresaba a bordo del ‘Hvual IV’ para continuar la búsqueda de nuevas ballenas.
Los días posteriores fueron bastante fructíferos
porque en apenas una semana se capturaron cinco ballenas y tres cachalotes, uno
de ellos con un peso de sesenta y cinco toneladas.
Septem
Nostra
El presidente y
arqueólogo de la
Asociación Septem Nostra visitaba hace algunos años, acompañado por
otros miembros de la entidad ecologista, las antiguas instalaciones de la
ballenera. José Manuel Pérez en su desplazamiento a Beliones tuvo ocasión de
conversar con Abselam, un vecino de la localidad marroquí y que en su día fue
trabajador de la ballenera: “Nos explicó –cuenta Pérez Rivera- como funcionaba, qué especies capturaban,
cómo era el día a día o cómo trabajaban. Nos dio detalles de todo ello e
incluso nos enseñó un antiguo cuchillo de los que se utilizaban para el
despiece de las capturas”.
Curiosamente y a
diferencia de lo que se pueda pensar, la carne no era lo más valioso del
cetáceo: “Era secundaria, ya que realmente lo que interesaba de las ballenas
era el aceite que se extraía de la grasa del animal, alcanzado mayor valor el
que procedía del cráneo”.
Los integrantes de
Septem Nostra pudieron comprobar que “no queda nada de lo que fue la factoría”.
Las instalaciones están abandonadas, pero poseen, a juicio de José Manuel Pérez
Rivera “un gran valor etnográfico, y además forman parte del patrimonio
industrial de Ceuta”. “Aunque esté en territorio marroquí – continúa- la
ballenera está muy vinculada a Ceuta y a la historia del Protectorado Español”.
Pese a la importante
inversión económica, siete años después de su apertura, Industrial Marítima S.A
se vio obligada a cesar las operaciones de la factoría, puesto que en aquella
época la población de ballenas en la zona del Golfo de Cádiz –tal y como recoge
el libro ‘Cazadores de ballenas en el Golfo de Cádiz (Edición, notas y anexos
de Jaime Conde)- había descendido considerablemente. ¿La causa?: “Entre los
años 20 y 30 había habido un auténtico abuso. Se instaló una importante
factoría en Getares y se hizo una carnicería”, explica Pérez Rivera. Esta
circunstancia pasó factura a Industrial Marítima S.A, provocando “que el año de
más captura fuera de 150 ejemplares, una cifra importante, pero baja en
comparación con otras épocas”.
Ese descenso en la
población de cetáceos marcó el devenir de la antigua ballenera,
pero no fue la única
razón que generó su cierre en el año 1954: “Se dieron una serie de
circunstancias. A las escasas capturas hay que añadir que se produjo la
finalización
del Protectorado o que
el aceite ya no era tan usado”, subraya Pérez Rivera. En 1986, la Comisión Ballenera
Internacional (CBI) decretó la prohibición de la captura de ballenas. Aunque
eran otros tiempos, en los que se daba más valor a las materias primas que se
extraían de los cetáceos que a la vida de éstos, actualmente –cuando la
percepción es totalmente distinta- puede llamar la atención que existieran este
tipo de factorías, pero el presidente de Septem Nostra considera que “aunque
nos puede chocar por la concienciación que existe ahora sobre la conservación
de los cetáceos, es una industria que corresponde a otra época en la que no
había tal concienciación”.
Maquinaria
Tras el cierre de la
ballenera, se produjo el desmantelamiento de las instalaciones. Parte de la maquinaria
fue trasladada a Cangas do Morrazo (Galicia, donde se puso en marcha la
factoría de Balea, gestionada por la empresa ‘Massó Hermanos S.A.’, que
adquirió cinco autoclaves, el aparato ‘Hartmann’ para derretir el aceite y
cinco depósitos para almacenarlo. El coste total de la venta –según la web
www.entremosnapanificadora.com- no superó el millón
de las antiguas pesetas. La ballenera gallega, que llegó a ser catalogada como
la segunda más importante de Europa, cesó sus actividades en el año 1983.
Copla de carnaval
La carne de ballena
comenzó a venderse en el mercado, convirtiéndose en un producto muy demandado
–quizás por su bajo coste- y muy popular en la ciudad. Tanto que en la década
de los 40 una de las murgas ceutíes, tal y como rescata Francisco Sánchez Montoya en ‘Antología de
los Carnavales’, cantaba la siguiente copla:
“Ya se ‘acabao’ el
hambre / Ceuta está de enhorabuena / Por venderse en el mercado / Tanta carne
de ballena / Que nos tiene majaretas a / Casadas y solteras / Por la mañana
temprano / Ya tienen la cola puesta / Discutiendo las Marías / El guiso de la
ballena / Unas dicen con tomate / Otras dicen con pimiento / Yo lo he comido en
adobo / Y está la mar de buena / En escabeche con sus guisantes / Y sus
salsitas y en amarillo / Eso decía uno que vende / Chocolatinas en un carrillo
/ Y resulta que de venderse / En este pueblo / Tanta carne de ballena / Yo he
visto a un tío pegando saltos / Y echando espuma por la moquera / ¡Ballena!”.
Julio Ríos es uno de los
muchos ceutíes que en aquella época degustaron carne de ballena. Sobre su
sabor, recuerda que “era insípido y un poco duro”, aunque lo que “más me gustaba es que no tenía espina”.
Factoría de Getares
En el libro titulado
‘Cazadores de Ballenas en el Golfo de Cádiz’, el capitán Mariano Vargas Mendoza expone
que “en aquellos años estaba todavía cercana la hambruna que se había padecido en
todo el país a finales de los años cuarenta del siglo XX. Miles de personas
habían muerto, al no tener nada que llevarse a la boca. España, carente de
recursos y con sus tierras esquilmadas, volvió sus ojos hacia la mar. No sólo
se desarrolló mucho toda la industria sardinera y atunera, sino que se amplió
la ballenera, abriéndose dos estaciones de caza en las puertas del Estrecho,
una en Ceuta y la otra en Algeciras”. En referencia a la segunda, ésta fue
instalada en la zona de Getares. Actualmente aún son visibles los restos de
aquella factoría que cesaba sus actividades en el año 1963. La empresa fue
gestionada por la ‘Sociedad Ballenera del Estrecho’, llegando a contar hasta
con un centenar de trabajadores. No fue la única factoría que albergó la zona
de Getares, puesto que anteriormente, en 1914, varios socios noruegos crearon la Compañía Ballenera Española. En seis años
llegaron a cazar 3.609 rorcuales y 345 cachalotes.
Fuente de ingresos
Durante varios años se
produjo una caza indiscriminada de ballenas en la zona del Estrecho. La
actividad comercial, legal en aquellos tiempos, generó importantes beneficios a las empresas que
operaron en la zona. Varias décadas después, y gracias al turismo, los cetáceos
siguen siendo una importante fuente de ingresos. Desde mediados de la década de
los 80, especialmente en la zona del Estrecho, se han venido fomentado los
avistamientos, implantándose un considerable número de empresas –principalmente
en Tarifa-. La Fundación
Migres realizó un estudio socioeconómico sobre el impacto que
ejerce este tipo de turismo en el Campo de Gibraltar, calculando que anualmente
son más de 10.000 las personas que demandan este tipo de servicios. Este
interés genera en Andalucía –según un informe elaborado por el Grupo de
Conservación, Información e Investigación de Cetáceos (CIRCE)- unos ingresos
anuales de cinco millones de euros.
Pero no solamente los
avistamientos de cetáceos suponen un reclamo turístico,
también lo son las
instalaciones que en su día albergaron una factoría como la que hubo en la zona
de Beliones. En las Islas Azores (Portugal) se encuentran abiertos al público
el museo de los Balleneros (Isla de Pico) y el museo de la Industria Ballenera
de San Roque. En Galicia, la
Xunta adquirió en 1992 las antiguas instalaciones de la
antigua conservera Massó en Bueu (Pontevedra), convirtiéndolo en el año 2002 en
un museo dedicado al mundo de la pesca artesanal e industria conservera.
Próximo a este lugar, en Cangas do Morrazo, en la antigua factoría donde se
transportó la maquinaria procedente de la ballenera de Beliones, se estudia la posibilidad de crear un museo centrado en
la ballena y su industria.
Buen reportaje, es un lugar enigmatico, cada vez que lo visito me lleva a mi niñez cuando mis padres me llevaban a ese lugar, que por supuesto me encanta el entorno. Un saludo
ResponderEliminarMy name is Marwan Belion. My inheritance is the whole of the Belion, to the United States (Magrib Al Aqsa);Which belonging to the Cordoba Empire from the Caliphate. We are now claiming all gold and silver seized in the invasion of Belion. We have established legislation to recover the inheritance. The now established code for recovery is TITLE 22 USIC 0.2 AND 0.3 JURISDICTIONAL POWERS PART I AND II.
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