Apenas 16 millas náuticas (algo más de 28 kilómetros) separan a dos ciudades, que se miran una a otra, y que desde hace siglos, el Estrecho de Gibraltar que les separa físicamente ha sido -aunque parezca contradictorio- un nexo de unión entre ambas. Pero no es el único vínculo. También lo son sus puertos, construidos en las primeras décadas del siglo XX, y cuyos inicios están marcados por muchas similitudes. Incluso, los objetivos que promovieron su construcción fueron los mismos. En sus primeros años de historia, ambos puertos tuvieron vidas paralelas, pero el crecimiento de uno y otro fue totalmente distinto, llegando el puerto algecireño a ser uno de los más importantes a nivel mundial. Hace ya varios siglos, las comunicaciones marítimas entre ambas ciudades adquirieron gran importancia; y, primero el fondeadero, y posteriormente el puerto de Algeciras suponen el nexo de unión entre Ceuta y la península.
Manuel Tapia, ex director del Archivo Histórico Notarial de Algeciras e historiador, pone como ejemplo la situación en la que se encontraba Algeciras en 1704, período que coincide con el asedio que estaba sufriendo Ceuta: “Cuando se produce la pérdida de Gibraltar, gran parte de la población del peñón se dirige a Algeciras. El asedio a Ceuta supone un espaldarazo comercial y económico para la renacida ciudad de Algeciras, convirtiéndose su fondeadero en cabeza de puente en la defensa y en el avituallamiento para la ciudad de Ceuta”.
La estrecha
unión entre Ceuta y Algeciras, a través de sus puertos, hace que las autoridades
de la ciudad norteafricana arrienden una propiedad al otro lado del Estrecho,
que se destina al ganado: “Dado que allí en Ceuta no podían tener a los
animales pastando fuera de las murallas, los retenían aquí, y posteriormente el
ganado era embarcado para trasladarlo hasta Ceuta”. Fue tan importante –añade
Manuel Tapia- que aquella zona “quedó marcada dentro de lo que es el urbanismo
algecireño como la ‘Dehesa de Ceuta’, e incluso, al lado hay una barriada que
se llama los Pastores, y que tiene su
origen en esos pastores que venían de diferentes partes para traer ese ganado
que posteriormente era embarcado hasta la hasta la ciudad de Ceuta”.
De nuevo en el
siglo XVIII, concretamente en 1720, cuando Ceuta sufre un brote de peste, el
fondeadero de Algeciras se convierte, expone Manuel Tapia, “en una pieza clave
para la ciudadanía ceutí”. ¿El motivo? El acuerdo al que llegan las autoridades
de las ciudades de ambos lado del Estrecho “para que aquellos enfermos que no
podían ser tratados en Ceuta, fueran
atendidos en el hospital de Algeciras”.
La importancia del fondeadero de Algeciras en las comunicaciones entre Ceuta y la península fue indudable en los posteriores siglos XVIII y XIX. Fue precisamente en 1860, cuando –según Manuel Tapia- se produce un punto de inflexión. El mismo coincide con el inicio de la Guerra de África (o Guerra de Marruecos): “En aquel momento, es cuando se ve el potencial del fondeadero algecireño porque es de dónde salen las tropas que posteriormente desembarcan en el puerto de Ceuta. Las autoridades estatales se dan cuenta de la importancia de ese fondeadero, qué pasa a convertirse en Puerto, dado que puede ser un enclave estratégico para trasladar, en un momento determinado y urgente, un contingente importante para defender las ciudades norteafricanas”.
Enlace marítimo entre Ceuta y Algeciras
Desde hace siglos, distintas compañías navieras han venido operando entre los puertos de Ceuta y Algeciras, estableciendo una ruta marítima comercial, que muy pronto captó el interés de empresas privadas por implantarse en el Estrecho de Gibraltar. José Luis Gómez Barceló, cronista oficial de la Ciudad Autónoma de Ceuta, fecha en el siglo XVII la autorización, por primera vez, para la explotación de esta línea marítima por parte de una compañía privada: “En un principio, la relación marítima se hace mediante pequeños jabeques, que un par de veces en semana comunican Algeciras con Ceuta, y que transportaban el correo, el abastecimiento o personas. Será después de la caída de Isabel II, en 1668, cuando el Gobierno provisional licite, por primera vez, un servicio privado para llevar el correo y personas entre Algeciras y Ceuta, quitándole esa obligación a la Compañía de Mar de Ceuta”. Esta circunstancia, supone un importante avance porque “hace que la ciudad ya no dependa únicamente de esta unidad para el trasporte marítimo con Algeciras”, pero sobre todo por la modernización de los buques que unían ambas ciudades, puesto que la compañía Millán Carrasco –empresa licitadora- comienza a operar con barcos propulsado por vapor: “En un principio –explica José Luis Gómez Barceló- cuenta con los vapores ‘María’ y ‘Dos hermanos’, pequeños barcos que, posteriormente, renueva con otros dos vapores más modernos que son el ‘Apóstol y el ‘William Hill’. Estos buques –afirma el cronista oficial de Ceuta- se “hacen muy conocidos a nivel nacional e internacional porque se convierten en la vía de comunicación entre España y África, a través del Estrecho”.
Y es en la década de los años 10 del siglo XX, ya construidos los puertos de Ceuta y Algeciras, cuando se produjo una importante mejora en la línea marítima en la zona del Estrecho de Gibraltar al convocar el Ministerio de Fomento un concurso para la adjudicación de varias líneas, entre ellas la del norte de África con la Península. La compañía Valenciana de Vapores Correos de África fue la adjudicataria, y años después, se constituía Trasmediterránea, suponiendo un nuevo e importante impulso en las comunicaciones entre ambas ciudades: “Hacia 1913-14 –narra el cronista oficial de Ceuta- es cuando se produce el reforzamiento y la subasta del transporte mediante un monopolio que pasa a manos de ‘Vapores de África’, una compañía que hace todo este tránsito en exclusiva hasta los años 30, que es cuando entra Trasmediterránea, con vapores mucho más importantes”. Son los buques conocidos popularmente como ‘Palomas’, y que navegaron durante décadas en aguas del Estrecho, uniendo los puertos de Ceuta y Algeciras. La línea marítima se vio reforzada con la incorporación de barcos más modernos, pero también, destaca José Luis Gómez Barceló, complementada con la línea ferroviaria: “En la República, se consigue que el ferrocarril, que unía Ceuta y Tetuán, llegue hasta el muelle de la República (luego muelle de España) y que, en Algeciras, el tren procedente de Madrid llegue hasta prácticamente el barco”.
Ya, a mediados
de la década de los 50, comienzan a operar los primeros ferrys en la ruta
marítima entre ambas ciudades. A esta mejora en las comunicaciones, había que
unir otro avance que facilitaba el acceso de los vehículos en los buques: “En
el año 1955 o 1956, los coches puedan entrar directamente en los barcos, y esto
hace que ya no sea necesario, ser embarcados o desembarcados con redes”, apunta
José Luis Gómez Barceló, quien también destaca un proyecto, que finalmente no
fructificó: “Se planteó que el tren pudiera entrar en el barco y cruzar el Estrecho
en el propio ferry”.
En los años 70, se implantan, en la zona del Estrecho, nuevas navieras como Isnasa o Aznar.
Para Manuel Tapia, la histórica unión entre Ceuta y Algeciras a través de sus puertos, no sólo ha sido comercial, sino que, por diferentes razones, “trasciende a lo social”, en incluso –afirma- “a lo humano”: “Son dos ciudades que tienen muchas características comunes. En primer lugar, ambas miran al mismo mar. Están, una enfrente de otra, y que el puerto es ese punto de unión de ambas ciudades. Esa vinculación del puerto de Algeciras con el de Ceuta es histórica, igual que el puerto de Ceuta con el de Algeciras”, argumenta el historiador, que llevándolo al plano sociológico, destaca esa importancia que esa unión con Ceuta, ha tenido en la población algecireña: “Aquí, en Algeciras, hemos tenido esa cultura del barco que venía de Ceuta. Era costumbre ver a las parejas dar sus paseos por el puerto, y coincidiendo esos paseos con la llegada del barco de Ceuta, dónde venía ese familiar o ese novio que estaba haciendo la mili en Ceuta; o venía esa carta. Esos artículos tan cotidianos que llegaban procedentes de Ceuta, como el paraguas, los jabones, etc…” Esa mercancía –añade Manuel Tapia- y todo el trasiego que eso ha conllevado entre ambas ciudades, forma parte de la memoria histórica íntima del pueblo de Algeciras, sin olvidar, esos derbis del Estrecho que hacía que los barcos se llenaron de aficionados de una y otra población. Todo eso, lo que hacía era eliminar esa barrera geográfica, y acercar aún más a ambas poblaciones”.Ceuta y Algeciras, dos ciudades vecinas, separadas físicamente por el Estrecho, pero unidas históricamente por sus puertos.
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