martes, 15 de octubre de 2013

LA BALLENERA DE BELIONES: UNA JOYA DE LA HISTORIA INDUSTRIAL DE CEUTA

Son muchas las industrias y fábricas que han ido desapareciendo en Ceuta a lo largo de las últimas décadas. Todas forman parte de un pasado, que difiere mucho del presente, en el que el sector industrial es prácticamente inexistente. Algunas de esas antiguas empresas han quedado en el olvido, pero otras permanecen en la memoria de muchos ceutíes que han ido transmitiendo su existencia. Es el caso de la antigua ballenera, inaugurada el 24 de junio de 1947. Estuvo ubicada en Beliones (Belyounech), cuando -lo que hoy es una localidad marroquí- pertenecía a España, antes de la independencia del país vecino en el año 1956. Aunque abandonado, aún hoy se conserva el edificio que durante apenas ocho años albergó aquella antigua ballenera. Su implantación fue llevada a cabo por la empresa Industrial Marítima S.A.


Instalaciones

Según publicaba en sus páginas ‘El Faro de Ceuta’, las instalaciones de la antigua ballenera estaban compuestas por una gran nave, dividida en tres salas. En la primera se encontraba la maquinaria. Junto a ella, una segunda dependencia que albergaba las calderas de vapor y el grupo que distribuía electricidad a toda la factoría. La tercera de las salas, la de mayor dimensión, era la destinada para el tratamiento de las ballenas capturadas. Entre la maquinaria, la factoría contaba con un total de diez autoclaves donde se introducía la carne. Ocho se utilizaban para estas funciones, y dos para el tratamiento de la osamenta. El coste de esta maquinaria superaba los dos millones y medio de las antiguas pesetas. También en esta sala estaban ubicadas dos grandes máquinas, de 18 toneladas y media cada una, en las que se introducía el tocino de las ballenas; extrayéndose el aceite para un posterior uso industrial. En apenas dos horas y media se podían sacar hasta seis toneladas. Junto a esta maquinaria se encontraban el secadero, varios depósitos donde se vertía el aceite extraído; y un gran horno, en el que se introducían todos los residuos del cetáceo para ser transformados en abono. Bajo el suelo de la segunda sala, existía un gran depósito de agua. Fuera de las instalaciones, en la parte posterior de la factoría había –permanece todavía- una rampa con una longitud de cuarenta metros de largo (quince de ellos se introducen en el mar) y diez de ancho. La rampa fue construida sobre las rocas, reforzada con cemento recubierta con tablones. Un chalet donde se ubicaban las oficinas; y un pabellón destinado a los trabajadores con dormitorios, duchas, servicios, cocina y comedores; completaban las instalaciones construidas por Industrial Marítima S.A. Las obras se prolongaron algo más de nueve meses.
La implantación de la ballenera supuso una fuente de ingresos para muchos ceutíes y también marroquíes residentes en la zona de Beliones. Según la prensa de la época, se contrataron a unas doscientas personas, entre las que se encontraban trabajadores noruegos con gran experiencia en la caza y tratamiento de ballenas. El Consejo de Administración de Industrial Marítima S.A. estaba presidido por el marqués de Casa Pizarro. Enrique Mora de Codecido era el consejero-delegado, mientras que José Ignacio Moreno de Aizpurúa ejercía como director administrativo. La ballenera disponía inicialmente de un buque: el ‘Alcatraz’, que posteriormente fue renombrado como Benzú. Esta embarcación, con un peso de 500 toneladas, contaba en su cubierta con varios cañones, los cuales disparaban arpones compuestos por cuatro ganchos articulados que se activaban de forma giratoria cuando impactaba con el cetáceo. Esta acción, que hacia explosionar la carga de explosivos que portaba la punta del arpón, provocaban la muerte de la ballena. Posteriormente, Industrial Marítima S.A incorporó a su flota el buque ‘Hval IV’.

Inauguración

Con la presencia de las principales autoridades militares y civiles tanto del Protectorado Español en Marruecos como de Ceuta, el 24 de junio de 1947 tenía lugar la inauguración de la ballenera. Tras realizar un minucioso recorrido por las instalaciones de la factoría, la esposa del presidente del Consejo de Administración de Industrial Marítima S.A, rompía contra una de las paredes de la rampa una botella de champagne. Posteriormente el marqués de Casa Pizarro tomaba la palabra destacando –según publicaba ‘El Faro de Ceuta’- que “España no va a ser de los últimos países que establecen esta clase de industria”, resaltando que “solamente Inglaterra, Holanda, Rusia, Japón y Alemania se han ocupado de implantar una factoría de ballenas”.

Primera captura

El 10 de diciembre de 1947, casi seis meses después de su apertura, se cazaba el primer cetáceo. El ballenero ‘Hvual VI’, capitaneado por el noruego Hjlmar Paulsen partía en la madrugada del 8 de diciembre. Apenas un día más tarde daba aviso a la factoría de que había sido cazada una ballena, poniendo rumbo a Benzú. Pasada las nueve y cuarto de la mañana, tal y como relataba ‘El Faro de Ceuta’ en sus páginas (11 de diciembre de 1947), el ‘Hval IV’ arribaba a la factoría remolcando al cetáceo. Tres pequeñas embarcaciones salieron al encuentro del buque noruego para facilitar la labor de acercamiento a la rampa. La ballena pesaba 55.000 kilos y medía 16,7 metros de largo y 2,1 de alto. Una vez subida a la rampa, se procedió al despiece del animal, para su posterior tratamiento en la factoría.
La prensa de la época recogía el testimonio de Hjlmar Paulsen, quien ofrecía detalles sobre la operación llevada a cabo horas antes: “La ballena que acabamos de dejar aquí, la vimos el día nueve, a cuarenta millas al Oeste del Cabo de Santa María. A los quince minutos de perseguirla –proseguía- le lanzamos el arpón y a los diez minutos la ballena era arrimada al costado del barco, ya dispuesta para su amarre, y fue traída a la factoría”. Minutos después, el capitán noruego regresaba a bordo del ‘Hvual IV’ para continuar la búsqueda de nuevas ballenas. Los días posteriores fueron bastante fructíferos porque en apenas una semana se capturaron cinco ballenas y tres cachalotes, uno de ellos con un peso de sesenta y cinco toneladas.


Septem Nostra

El presidente y arqueólogo de la Asociación Septem Nostra visitaba hace algunos años, acompañado por otros miembros de la entidad ecologista, las antiguas instalaciones de la ballenera. José Manuel Pérez en su desplazamiento a Beliones tuvo ocasión de conversar con Abselam, un vecino de la localidad marroquí y que en su día fue trabajador de la ballenera: “Nos explicó –cuenta Pérez Rivera- como funcionaba, qué especies capturaban, cómo era el día a día o cómo trabajaban. Nos dio detalles de todo ello e incluso nos enseñó un antiguo cuchillo de los que se utilizaban para el despiece de las capturas”.
Curiosamente y a diferencia de lo que se pueda pensar, la carne no era lo más valioso del cetáceo: “Era secundaria, ya que realmente lo que interesaba de las ballenas era el aceite que se extraía de la grasa del animal, alcanzado mayor valor el que procedía del cráneo”.
Los integrantes de Septem Nostra pudieron comprobar que “no queda nada de lo que fue la factoría”. Las instalaciones están abandonadas, pero poseen, a juicio de José Manuel Pérez Rivera “un gran valor etnográfico, y además forman parte del patrimonio industrial de Ceuta”. “Aunque esté en territorio marroquí – continúa- la ballenera está muy vinculada a Ceuta y a la historia del Protectorado Español”.
Pese a la importante inversión económica, siete años después de su apertura, Industrial Marítima S.A se vio obligada a cesar las operaciones de la factoría, puesto que en aquella época la población de ballenas en la zona del Golfo de Cádiz –tal y como recoge el libro ‘Cazadores de ballenas en el Golfo de Cádiz (Edición, notas y anexos de Jaime Conde)- había descendido considerablemente. ¿La causa?: “Entre los años 20 y 30 había habido un auténtico abuso. Se instaló una importante factoría en Getares y se hizo una carnicería”, explica Pérez Rivera. Esta circunstancia pasó factura a Industrial Marítima S.A, provocando “que el año de más captura fuera de 150 ejemplares, una cifra importante, pero baja en comparación con otras épocas”.
Ese descenso en la población de cetáceos marcó el devenir de la antigua ballenera,
pero no fue la única razón que generó su cierre en el año 1954: “Se dieron una serie de circunstancias. A las escasas capturas hay que añadir que se produjo la finalización
del Protectorado o que el aceite ya no era tan usado”, subraya Pérez Rivera. En 1986, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) decretó la prohibición de la captura de ballenas. Aunque eran otros tiempos, en los que se daba más valor a las materias primas que se extraían de los cetáceos que a la vida de éstos, actualmente –cuando la percepción es totalmente distinta- puede llamar la atención que existieran este tipo de factorías, pero el presidente de Septem Nostra considera que “aunque nos puede chocar por la concienciación que existe ahora sobre la conservación de los cetáceos, es una industria que corresponde a otra época en la que no había tal concienciación”.

Maquinaria

Tras el cierre de la ballenera, se produjo el desmantelamiento de las instalaciones. Parte de la maquinaria fue trasladada a Cangas do Morrazo (Galicia, donde se puso en marcha la factoría de Balea, gestionada por la empresa ‘Massó Hermanos S.A.’, que adquirió cinco autoclaves, el aparato ‘Hartmann’ para derretir el aceite y cinco depósitos para almacenarlo. El coste total de la venta –según la web www.entremosnapanificadora.com- no superó el millón de las antiguas pesetas. La ballenera gallega, que llegó a ser catalogada como la segunda más importante de Europa, cesó sus actividades en el año 1983.

Copla de carnaval

La carne de ballena comenzó a venderse en el mercado, convirtiéndose en un producto muy demandado –quizás por su bajo coste- y muy popular en la ciudad. Tanto que en la década de los 40 una de las murgas ceutíes, tal y como rescata Francisco Sánchez Montoya en ‘Antología de los Carnavales’, cantaba la siguiente copla:
“Ya se ‘acabao’ el hambre / Ceuta está de enhorabuena / Por venderse en el mercado / Tanta carne de ballena / Que nos tiene majaretas a / Casadas y solteras / Por la mañana temprano / Ya tienen la cola puesta / Discutiendo las Marías / El guiso de la ballena / Unas dicen con tomate / Otras dicen con pimiento / Yo lo he comido en adobo / Y está la mar de buena / En escabeche con sus guisantes / Y sus salsitas y en amarillo / Eso decía uno que vende / Chocolatinas en un carrillo / Y resulta que de venderse / En este pueblo / Tanta carne de ballena / Yo he visto a un tío pegando saltos / Y echando espuma por la moquera / ¡Ballena!”.
Julio Ríos es uno de los muchos ceutíes que en aquella época degustaron carne de ballena. Sobre su sabor, recuerda que “era insípido y un poco duro”, aunque lo que “más me gustaba es que no tenía espina”.

Factoría de Getares

En el libro titulado ‘Cazadores de Ballenas en el Golfo de Cádiz’, el capitán Mariano Vargas Mendoza expone que “en aquellos años estaba todavía cercana la hambruna que se había padecido en todo el país a finales de los años cuarenta del siglo XX. Miles de personas habían muerto, al no tener nada que llevarse a la boca. España, carente de recursos y con sus tierras esquilmadas, volvió sus ojos hacia la mar. No sólo se desarrolló mucho toda la industria sardinera y atunera, sino que se amplió la ballenera, abriéndose dos estaciones de caza en las puertas del Estrecho, una en Ceuta y la otra en Algeciras”. En referencia a la segunda, ésta fue instalada en la zona de Getares. Actualmente aún son visibles los restos de aquella factoría que cesaba sus actividades en el año 1963. La empresa fue gestionada por la ‘Sociedad Ballenera del Estrecho’, llegando a contar hasta con un centenar de trabajadores. No fue la única factoría que albergó la zona de Getares, puesto que anteriormente, en 1914, varios socios noruegos crearon la Compañía Ballenera Española. En seis años llegaron a cazar 3.609 rorcuales y 345 cachalotes.


Fuente de ingresos

Durante varios años se produjo una caza indiscriminada de ballenas en la zona del Estrecho. La actividad comercial, legal en aquellos tiempos, generó importantes beneficios a las empresas que operaron en la zona. Varias décadas después, y gracias al turismo, los cetáceos siguen siendo una importante fuente de ingresos. Desde mediados de la década de los 80, especialmente en la zona del Estrecho, se han venido fomentado los avistamientos, implantándose un considerable número de empresas –principalmente en Tarifa-. La Fundación Migres realizó un estudio socioeconómico sobre el impacto que ejerce este tipo de turismo en el Campo de Gibraltar, calculando que anualmente son más de 10.000 las personas que demandan este tipo de servicios. Este interés genera en Andalucía –según un informe elaborado por el Grupo de Conservación, Información e Investigación de Cetáceos (CIRCE)- unos ingresos anuales de cinco millones de euros.  
Pero no solamente los avistamientos de cetáceos suponen un reclamo turístico,
también lo son las instalaciones que en su día albergaron una factoría como la que hubo en la zona de Beliones. En las Islas Azores (Portugal) se encuentran abiertos al público el museo de los Balleneros (Isla de Pico) y el museo de la Industria Ballenera de San Roque. En Galicia, la Xunta adquirió en 1992 las antiguas instalaciones de la antigua conservera Massó en Bueu (Pontevedra), convirtiéndolo en el año 2002 en un museo dedicado al mundo de la pesca artesanal e industria conservera. Próximo a este lugar, en Cangas do Morrazo, en la antigua factoría donde se transportó la maquinaria procedente de la ballenera de Beliones, se estudia la posibilidad de crear un museo centrado en la ballena y su industria. 
En 1954, la factoría de Beliones cerraba sus puertas. Lo que en un principio parecía un gran negocio, no generó la rentabilidad esperada. En sus siete años de historia fueron capturados un total de 317 rorcuales y 337 cachalotes.