Por muchos motivos, 1992 fue un gran año para España. La Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona significaron una gran reválida. Ambas citas, que cambiaron la imagen del país, trajeron consigo inversiones millonarias en infraestructuras y una importante mejora de las comunicaciones. En el caso de la capital hispalense el legado que dejó la Expo’92 todavía hoy se puede apreciar. Pero en 1984, cuando aún restaban casi ocho años para la cita, había que poner los cimientos de un proyecto en el que España se jugaba mucho. Por aquel entonces, Manuel Olivencia (Ronda, 1929) fue nombrado comisario general de la Exposición Universal. Su misión no era fácil porque había que empezar prácticamente de la nada. No sólo había que potenciar las infraestructuras, muy deficitarias para lo que requería una cita de tal envergadura, sino también diseñar como sería la Exposición Universal. Manuel Olivencia, quien vivió unos años en Ceuta y su vinculación con la ciudad continúa siendo permanente –incluso mantiene lazos familiares- desempeñó un papel fundamental en el éxito final de la Expo’92. Pero antes de su nombramiento había declinado la propuesta que le había realizado Felipe González, por aquel entonces, presidente del Gobierno.
En una entrevista concedida al ‘Diario de Sevilla’ recuerda que “González me sorprende con una llamada para nombrarme comisario de la Expo. Le dije que no y él insistió en que fuera a verle”. La reunión entre ambos se produjo poco después, y Manuel Olivencia mantuvo su negativa. Felipe González le volvió a llamar para intentar convencerle, y en ese segundo encuentro aceptó el cargo. Pero no fue la insistencia del presidente del Gobierno lo que motivó su cambio de opinión. Realmente fue debido a una llamada: “Entre las dos entrevistas con Felipe González –explica en las páginas del rotativo sevillano- hay una llamada del Rey Don Juan Carlos I. El contenido no puedo revelarlo pero se supo que se había realizado porque me llamó mientras estaba dando clase en la antigua Facultad de Derecho”.
Estaba claro que esa llamada no se produjo al móvil, porque todavía no se habían presentado. Precisamente los teléfonos móviles, tal y como reconoce Manuel Olivencia, fueron “una de las atracciones del Pabellón de Telefónica”.
El 20 de abril de 1992 se inauguró la Expo’92. Precisamente aquel día, Manuel
Olivencia se encontraba en Ceuta. Nueve meses antes se había acordado su cese. Ya anteriormente, tal y como reconoce el propio Olivencia, había presentado su dimisión por “motivos políticos y de organización”.
Atrás quedaban siete años de trabajo, marcados por los inicios. Había que partir de cero: “Cuando fui nombrado comisario –rememora Manuel Olivencia- creé un equipo de trabajo muy competente y que todo lo llevó a cabo de la nada. Las condiciones de Sevilla hacían inviable la organización de un acontecimiento de las dimensiones que tiene una exposición universal”. Casi a contra reloj había que poner los pilares en los que se apoyaría la Expo’92. Lo primero, mejorar las comunicaciones: “Fue necesario no solamente ordenar la Isla de la Cartuja; sino los alrededores, las infraestructuras de comunicaciones, las rondas y carreteras exteriores, la autovía de Sevilla, la autovía que cruza de forma horizontal Andalucía, de Huelva a Almería. Además había que mejorar el transporte ferroviario, el aeropuerto y el puerto de Sevilla donde se instalaron diez o doce nuevos puentes sobre el río Gualdalquivir”.
Paralelamente a la elaboración de la hoja de ruta para la mejora de las infraestructuras y de las comunicaciones, también había que elegir el sentido que se le quería dar a la exposición universal: “Ni siquiera existía un idea de lo que podía ser la Expo’92. Tuvimos que forjarlo todo, incluso el sentido que debía tener una cita mundial a finales del siglo XX y en plena revolución de las telecomunicaciones”. Una vez encontrada y consensuada la idea “quisimos convertir la Isla de la Cartuja, en Sevilla, en la Plaza Mayor de lo que ya era una aldea global. Es decir, el mundo descubierto por Colón”. La Exposición Universal, a juicio de Manuel Olivencia, debía ser “un lugar de encuentro físico de presencia, de entendimiento, de diálogo, de planes de futuro, y también de negocio. Y eso fue la Isla de Cartuja durante seis meses”.
En cuanto a si se cumplieron o no los objetivos propuestos inicialmente, Manuel
Olivencia se muestra rotundo a la hora de afirmar que la Expo’92 fue “un éxito mal aprovechado”. ¿El motivo? “Falló –explica- el mensaje político, intelectual y cultural que era rendir un homenaje a la capacidad descubridora del hombre, y a la que todavía nos queda por descubrir”. “También falló –prosigue- el mensaje de conservación de la tierra que también queríamos lanzar al coincidir con la cumbre de Río de Janeiro”. Para el ex comisario de la Expo’92, “predominó la fiesta sobre el mensaje duradero”.
Veintidós años después, la Exposición Universal de Sevilla -de forma indirecta- continúa muy presente, especialmente en Sevilla, puesto que fruto de aquellas millonarias e importantes inversiones “quedan las grandes obras en infraestructuras que se hicieron y que suponen un gran legado de la Expo”, explica Manuel Olivencia, quien también destaca como herencia de la cita de 1992, la Isla de la Cartuja, “que está siendo aprovechada”, aunque a su juicio “se le podría haber sacado mayor rendimiento al esfuerzo que se hizo”.
Tanto el desarrollo de la Exposición Universal de Sevilla como el trabajo previo a la misma, se tradujo en una considerable mejora de la imagen de España a nivel mundial. Detrás de aquel éxito se encuentran muchos nombres. Entre ellos, el de Manuel Olivencia, uno de los padres de la Expo’92.
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